Juancito Pérez: el hombre que aún camina en la memoria de San Martín de los Andes.

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En cada pueblo hay figuras que se vuelven parte del paisaje, de la infancia, de las historias que pasan de generación en generación.
En San Martín de los Andes, uno de esos nombres que permanece en la memoria colectiva es el de Juancito Pérez.

La imagen aportada en el grupo por Isa Lescano muestra un rostro curtido por el viento, su sombrero gastado, su mirada profunda —a veces triste, a veces transparente como el lago— son recuerdos vivos en quienes lo conocieron. No hacía falta presentaciones: todos sabían quién era Juancito, uno de los hermanos Pérez, personajes queridos, conocidos y acompañados por la gente del pueblo.

Los comentarios que dejaron los vecinos en el grupo San Martín del Ayer no son simples palabras: son abrazos hacia atrás en el tiempo.

“Siempre con ternura pedía las cosas. Mi viejito siempre lo afeitaba y le cortaba el pelo.”
“Traían leña, bombearon agua, colaboraron en las casas de muchos.”
“Cuando no quería ir a la escuela, mamá decía: ‘Le voy a decir a Juancito’.”
“Era adulto, pero niño a la vez. Dibujaba en la tierra para explicarse. Jamás voy a olvidar su mirada.”
“El frío lo durmió… pero se quedó para siempre en nuestro corazón.”

Juancito no era un personaje pintoresco:
era un vecino.
Era parte del tejido humano de un San Martín más chico, más cercano, más de manos extendidas que de puertas cerradas.

Se lo veía caminar por los barrios, muchas veces acompañado de su hermano, llevando bolsas de arpillera con lo justo:
yerba, azúcar, pan…
A veces para ellos, a veces para llevar a otro.

Siempre compartiendo, aunque no tuviera prácticamente nada.

Muchos recuerdan también que:

  • ayudaba a cortar leña,
  • bombear agua a los tanques,
  • hacer mandados,
  • acompañar silencios.

En un pueblo donde la vida era más dura,
la dignidad tenía otras formas:
un plato compartido, un catango pasando por la calle, una sonrisa con pocos dientes pero toda el alma.

Y sí, también hubo tiempos en que se lo usó para asustar a los chicos.
Pero el miedo se iba cuando uno lo miraba a los ojos.

Lo que quedaba era ternura.

“No tenían maldad, solo humildad y amor.”

Eso lo resume todo.

Hoy, cuando nuestro Pueblo creció, y los días corren más rápido, recordarlo es también recordarnos:

  • el pueblo que éramos,
  • la mirada que supimos tener,
  • la humanidad que no debemos perder.

Desde San Martín del Ayer y Lacar Digital, invitamos a todos quienes tengan fotos, anécdotas o recuerdos de Juancito y su hermano a compartirlos.

Cada memoria suma.
Cada relato reconstruye ese San Martín donde todos se conocían.

Y quizá, al recordarlo,
también nos estemos recordando a nosotros.

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