Lula ganó con el 50,90 por ciento y asumirá el 1 de enero de 2023

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En su primer discurso, y frente a los periodistas, el ganador de la elección sintetizó su plan de gobierno, llamó a la paz y la concordia y evitó continuar la confrontación con Bolsonaro que signó los últimos meses de la política brasileña.

El 50,9% del electorado brasileño ha elegido a Lula para que gobierne durante los próximos cuatro años y dar por terminado así al Gobierno de Jair Bolsonaro.

En un discurso largo tras su victoria en las urnas, Lula habló de su “resurrección” en la política brasileña. “Han intentado enterrarme vivo y estoy aquí”, dijo el líder del Partido de los Trabajadores (PT), que colocó la lucha contra el hambre como su primera prioridad. “Esta es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó por encima de los partidos. El pueblo brasileño demostró hoy que quiere vivir bien, con empleo y salario justo, con salud y educación, y políticas públicas de calidad”.

El actual presidente brasileño mantiene de momento su silencio sobre los resultados. Bolsonaro había denunciado supuestas maniobras para perjudicarlo en la campaña cuando faltaban tres días para la segunda vuelta y los analistas coinciden en que esa sería la base para que Bolsonaro desconozca los resultados de este domingo, 30 de octubre, y llame a una tercera vuelta. No son pocos los que recordaron la maniobra de Donald Trump al perder la reelección. De darse el proceso de transición tradicional, Lula asumiría el cargo el 1 de enero de 2023.

Con su triunfo en un histórico recuento, Lula también pasa a la historia como el único mandatario democrático con tres presidencias en Brasil. El fundador del Partido de los Trabajadores (PT) protagoniza una nueva resurrección política tras sus 580 días de cárcel por condenas que fueron luego anuladas por parcialidad y falta de competencia del juez.

Favorito para vencer en la segunda vuelta, este Lula con barba blanca y casado por tercera vez se presentó como un “injusticiado” durante la campaña para refutar el mote de “expresidiario” que usó Bolsonaro contra él, comparando las detenciones que tuvieron figuras como Mahatma Gandhi, Nelson Mandela o Martin Luther King,

Convertido en “pai dos pobres” (‘padre de los pobres’, como le decían a Getulio Vargas) después de sus dos mandatos presidenciales (2003-2010), Lula sacó de la miseria a más de 36 millones de brasileños y creó 22 millones de empleos, con salarios por encima de la inflación.

Con este triunfo, Lula se convierte en el político con más protagonismo en la república brasileña desde el fin de la dictadura militar (1964-1985).

Para estos comicios logró además el renacimiento del partido que fundó en 1980, el PT, que selló una alianza inédita con diez fuerzas formando un frente antibolsonarista que polarizó como nunca la elección, al cual le sumó los apoyos de Simone Tebet, tercera en la primera vuelta con 4% de los votos (Movimiento Democrático Brasileño, MDB), y Ciro Gomes, cuarto con 3%, del Partido Democrático Laborista (PDT) .

“Yo podría estar disfrutando de mi tercer matrimonio, pero acepté ser el candidato para reconstruir el país”, dijo Lula cuando se lanzó como candidato luego de casarse en marzo con Rosángela Silva, una socióloga militante del PT con quien comenzó un noviazgo cuando ella lo visitaba en su celda en la ciudad de Curitiba, en el estado de Paraná, en 2018.

El “renacido” Lula se ha presentado a las elecciones después de haber sido condenado a nueve años de prisión por corrupción en la Operación Lava Jato por una denuncia del fiscal Deltan Dallagnol acogida y aceptada por el exjuez Sérgio Moro.

El renacimiento de Lula

Esa condena lo proscribió de las elecciones de 2018, en las que venció Bolsonaro, en el peor momento del PT y con una ola antisistema que arrastró a todos los partidos políticos.

Sérgio Moro asumió el Ministerio de Justicia tras las elecciones de 2018 y se hizo abiertamente bolsonarista, lo mismo que Dallagnol. Ambos fueron condenados por parcialidad por el Supremo Tribunal Federal en la anulación de las causas contra Lula.

“El problema de ellos fue que contaron una mentira el primer día y no tenían cómo volver atrás. La prensa dedicó cinco años de campaña en contra de mi reputación y la población fue contaminada con esta información”, explicó Lula.

En medio de la Operación Lava Jato, Lula perdió por un accidente cerebrovascular a su segunda esposa y exprimera dama Marisa Leticia Rocco, con quien estuvo casado 50 años y tuvo tres hijos. En prisión, además, perdió a su hermano Vavá y a su nieto Arthur. “Mi nieto sufría en la escuela cuando le decían que su abuelo era Lula”, dijo en algunas entrevistas. Lava Jato, que investigó los desvíos de miles de millones de dólares de Petrobras por contratos fraudulentos con empresas de ingeniería como Odebrecht, le valió que la derecha le endilgara el mote de “ladrón”.

Y en ese clima es que fue derrocada su delfín política, Dilma Rousseff, en 2016, tras haber intentado poner a Lula como jefe de gabinete para un gobierno, a esa altura, de desesperación nacional.

La de Lava Jato no fue la primera vez que Lula fue llevado a la cárcel. En 1980 fue encarcelado durante menos de un mes por parte de la dictadura militar, que lo capturó como preso político por haber encabezado desde 1978 las más grandes huelgas de trabajadores que se registraron en la historia brasileña.

Como presidente del Sindicato de Metalúrgicos, Lula arrastraba multitudes a sus actos, hablaba sin micrófono en estadios, era un barbudo venerado por el pueblo trabajador no politizado que tenía contacto por primera vez con la política.

En esas huelgas surgió la idea de unir intelectuales con los brazos duros del ABC paulista, el cordón industrial más importante de América Latina, para formar el PT y luego la Central Única de Trabajadores.

Al puesto de líder sindical llegó por causalidad por su hermano comunista, Frei Chico, que lo convenció de dejar las discotecas y los bares y concentrarse más en cómo obtener mayores derechos laborales.

Lula inició su vida sindical luego de haberse recibido de tornero mecánico a los 16 años en el Servicio Nacional de la Industria en San Pablo.“Fui el único de mi familia que tuvo un diploma”, aseguró.

El alimento familiar, muchas veces, fueron insectos que rodeaban la casa de adobe en medio del “sertão”, la región seca donde la falta de agua ha generado la mayor ola migratoria del nordeste hasta San Pablo y Río de Janeiro, los centros urbanos más ricos del país.

En lo político, Lula es respetado por sus rivales por “respetar acuerdos”. Su origen sindical lo convirtió en un frenético acuerdista. Los compromisos, según los críticos, lo llevaron a caer en la vieja política y a aliarse con personajes a prueba de estómagos sensibles.

Su último golpe de negociador incansable lo contó Fernando Haddad, su exministro de Educación, cuando eligió al exgobernador paulista Geraldo Alckmin, su rival en 2006, como su vice en 2022.

“Le digo a Lula que Alckmin tiene interés en ser vice -contó Haddad-. Y entonces Lula se llevó su mano al bigote, comenzó a tocarse la barba, y con su voz profunda dijo. ¿Viste? La política es maravillosa”.

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