Ser egresado en las sacrificadas «escuelas de verano» del norte neuquino

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Franco Rebolledo y Fátima Cisterna viven en el paraje Leuto Caballo, un escondido lugar cerca de Chos Malal. La única escuela tiene cinco alumnos.

Qué es la educación si no es sembrar en los niños los valores del amor y del respeto para que los acompañen toda la vida. Es así como esa misma educación en los lugares más alejados del Neuquén profundo más allá de enseñar los contenidos curriculares se focaliza en la preparación para asumir nuevos desafíos en sus vidas. Todos allí apuntan a que la educación sea la herramienta fundamental para transformar vidas y para abrir puertas. Así lo vive y lo siente la directora de la Escuela 338 del paraje Leuto Caballo, Juana Marín. Este paraje del norte neuquino es un conjunto de tierras y familias que le dan vida al lugar ubicado a 30 kilómetros de la ciudad de Chos Malal y escasos 12 de Tricao Malal.

Aquí y en este contexto de ruralidad todo lo que se haga cobra una dimensión excepcional. Todo se vive como único e irrepetible. Así fue este viernes cuando dos de los cinco alumnos que tiene la escuela fueron parte de actos que los llenaron de alegría y emoción. Franco Nahuel Rebolledo, salió de séptimo grado y recibió su diploma de finalización de estudios primarios y Fátima Estrella Cisterna Aravena completó el acto de promesa a la bandera nacional.
En la oportunidad fueron acompañados por todo el personal de la escuela, por referentes de las instituciones locales y lo más importante por cada una de sus familias.
Un agasajo con una asado para los egresados de la Escuela 338 del paraje Leuto Caballo, en ese Neuquén profundo.

Un agasajo con una asado para los egresados de la Escuela 338 del paraje Leuto Caballo, en ese Neuquén profundo.

“Los actos en la escuela, como el del viernes, es el punto de encuentro tanto de alumnos como de la comunidad, siempre asisten los allegados y conocidos de los chicos. Realmente les gusta mucho ese momento donde nos encontramos para compartir primero el momento protocolar del acto y siempre se cierra compartiendo un almuerzo de camaradería”, señaló la directora Marín.

Los chicos y su vida escolar

La Escuela 338 del paraje Leuto Caballo es la única escuela del paraje y la escuela más cercana es la escuela 96 del paraje Chapua. Son 12 kilómetros los que la separan de Tricao Malal donde vive la directora. La docente Juana Marín viaja todos los días a la escuela, además de ser la directora del establecimiento tiene también grados a cargo. Con otra maestra se reparten a los niños de acuerdo a los ciclos que concurren.

“Los niños son pocos, pero los dividimos por ciclos para trabajar específicamente los contenidos de cada uno. Yo estoy en tercer ciclo y mi compañera Natalí Bravo está a cargo del segundo ciclo”, indicó la directora.

El establecimiento actualmente tiene 5 alumnos, de los cuales 3 están en el segundo ciclo y 2 en el tercero. “Los chicos que egresan de la escuela del paraje Leuto Caballo siguen sus estudios en la secundaria y no vuelven porque si siguen una profesión no hay donde ejercerla en el paraje”, afirmó Marín.

La familia de Franco, uno de los egresados de los cinco alumnos que tiene la escuela.

La familia de Franco, uno de los egresados de los cinco alumnos que tiene la escuela.

Comentó también que la escuela tiene periodo de clases de septiembre a mayo. “Es una de las pocas que aún queda en la provincia con esta modalidad. Por esta razón hicimos el acto de egreso de Franco para que pueda seguir su trayectoria escolar en el CPEM 82 de Tricao Malal. Teniendo en cuenta que ese colegio tiene el periodo marzo-diciembre y para que pudiera coordinar el ciclo y no perder el año es que a través de una Disposición pudimos efectivizar su egreso para alegría de todos”, explicó.

En la misma jornada también se le dio protagonismo a Fátima “para que tuviera el honor de realizar la tradicional Promesa a la Bandera frente a sus maestros, a su comunidad y lo más importante frente a su familia”, enfatizó.

Franco y Camila, los egresados de la escuela del paraje Leuto Caballo, a 30 kilómetros de Chos Malal.

Franco y Camila, los egresados de la escuela del paraje Leuto Caballo, a 30 kilómetros de Chos Malal.

Sobre sus alumnos dijo que “son niños alegres, cariñosos, solidarios y muy capaces. Sin embargo, necesitan de un impulso constante para que vean que ellos pueden, que sus sueños se pueden hacer realidad. Desde la escuela todo el tiempo los estimulamos para que crean en ellos y para que forjen un espíritu de valoración en sí mismos”.

Con emoción destacó que “cuando uno despide a uno de nuestros niños es un momento muy emotivo y que uno valora mucho, siempre tratamos de inculcar que este anhelo de seguir estudiando y que pese al montón de dificultades siempre se puede, el estudio es la puerta que le va a abrir muchos caminos”.

Vivir la profesión en la ruralidad

Por la alegría del egreso de un alumno y por la promesa a la bandera de otra alumna, la docente Juana Marín tiene sensaciones encontradas. Sabe que Franco tiene las herramientas necesarias para afrontar un nuevo desafío en su trayecto educativo y entiende también que Fátima con su promesa a la bandera reafirmó a su vez sus ganas de seguir estudiando para superarse día tras día.

“Yo estoy acompañando a la escuela y sus alumnos desde el año pasado y vivir la profesión desde la ruralidad es un desafío diario. Desde dejar a nuestros seres queridos porque es una decisión personal y familiar tomar los cargos sabiendo que hay que viajar todos los días de ida y regreso, sabiendo que los caminos no acompañan porque son caminos sinuosos, caminos que no se mantienen y no están en las mejores condiciones”.

A pesar de todo eso, recalcó que “uno lo hace con muchas ganas porque la recompensa la tenemos en la escuela con la comunidad porque es muy agradecida, los niños, el cariño que uno siente por ellos y que le dan es impagable. Eso equipara todo el montón de avatares que uno tiene que estar tratando de buscar la solución, es un desafío diario pero la mejor recompensa es la superación y las ganas de estudiar de nuestros alumnos”.

En este sentido reforzó diciendo que “lo que se trata siempre es que se lleven el cariño y todo lo que uno trata de darles a ellos porque se sabe que tienen muchas necesidades y uno trata siempre de solventar, más a allá de lo pedagógico, siempre trata de contenerlos a nivel social, es una tarea muy dura, pero se puede hacer”.

Por último, le dio un respaldo a su propia tarea y a la de tantos maestros rurales en la provincia: “Ese es el desafío que me propongo día a día, estar bien para mis niños, darle lo mejor, seguir para adelante y que la comunidad sienta el apoyo de la escuela y que sienta que uno está, como institución, como persona para impulsarlos y ayudarlos en ciertas situaciones que les toca vivir y necesitan ser escuchados, uno trata de darle lo mejor y de estar siempre”.

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