El Caballito Blanco y la historia de una familia que llegó para quedarse

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Hay historias que no están escritas en ningún libro, pero viven en la memoria de quienes las contaron una y otra vez en la mesa familiar.


Isa Lescano, una de los miembros del grupo San Martin del Ayer, publico hace unos dias unas hermosas fotografias, y compartio una breve historia, «Resumí un poco lo que me contó mi tía, espero no aburrirlos«, es lo que puso de encabezado, pero, a lo contrario de lo que ella pensaba, no aburrio para nada. Esta es la historia de Franz y su esposa, es una de esas historias.
Una historia sencilla, de trabajo, de caminos difíciles, y de amor por San Martín de los Andes.

Isa escribió que su Oma, junto a su esposo Franz, trabajaban en el Hotel Llao Llao. Hasta que un desacuerdo cambió el rumbo. Dejaron ese lugar y vinieron a San Martín de los Andes, cuando el pueblo era chico y el viento traía olor a leña y montaña.

Era 1948 cuando nació su tía Ana, en una casa marrón, custodiada por un pino, a orillas del Pocahullo.
Luego, la familia se fue a Lago Hermoso, donde el abuelo trabajó en el aserradero.
Ahí conoció a Brodie Reid, administrador de la estancia Gente Grande.
Se hicieron amigos. De esos amigos que dejan huella.

Tiempo después, de regreso en el pueblo, vivieron donde hoy se hace la feria de productores.
Y fue ese amigo, Brodie Reid, quien prestó el dinero para que Franz pudiera comprar la llave del Hotel Argentino, que con los años se conoció como El Caballito Blanco.

Mientras tanto, la Oma ya llevaba adelante “El Entrerriano”, hoy donde funciona una pinturería.
Y entre un emprendimiento y otro, la vida avanzaba con paso firme.

Dicen que en la hostería se hacían cenas importantes, reuniones de los Rotarios, y hospedaban funcionarios que llegaban desde la gobernación.
Dicen también que, cuando el abuelo andaba trabajando con la máquina, si se encontraba con su amigo Juan Surber, la dejaba en marcha un rato, para compartir un trago en el famoso bar de Muglia, o en el boliche Besteni, frente a la escuela 5.

Eran otros tiempos.
Tiempos donde el trabajo era duro, la palabra valía, y los amigos no se contaban: se conservaban.

En los comentarios de vecinos, aparecen piezas de historia viva:

“Mi padre conoció a Brodie Reid, yo estuve varias veces en la estancia Gente Grande…”
“Mis padres hicieron su fiesta de casamiento en ‘El Entrerriano’.”
“Mis abuelos fueron muy amigos de la familia.”

Cada comentario es un puente.
Una casa.
Un olor a pan caliente.
Un fogón encendido en la memoria.

San Martín del Ayer no es nostalgia triste.
Es reconocimiento.
Es decir: esto también somos.
Somos quienes llegaron, quienes se quedaron, y quienes hoy recuerdan.

Desde Lacar Digital y San Martín del Ayer, agradecemos a Isa Lescano por traer este pedacito de historia familiar.
Como siempre decimos:

La historia grande del pueblo está hecha de historias chicas.
Y cada vez que alguien comparte la suya, el pueblo entero vuelve a respirar.

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